4 estrategias para lograr nuestros objetivos
El piloto de un avión hace su plan de vuelo antes de iniciar el viaje, tiene claro su destino y recién entonces despega. ¿Qué pasaría si dejara la cabina y se pusiera a hacer cualquier otra cosa no relacionada al avión? ¿Llegaría igual al aeropuerto? El piloto automático podría ayudar un poco pero si hay que sortear tormentas o acomodar la ruta, él debe tener bien claro el destino para ir ajustando su trayectoria. Lo mismo nos pasa a nosotros con nuestros objetivos.
El aeropuerto destino del piloto sería nuestro objetivo. Su plan de vuelo sería nuestro plan para lograr el objetivo. Sin importar cuán perfecto lo hayamos definido (acá pueden ver un ejemplo práctico paso a paso), si eso queda en un papel o en un archivo y no volvemos a mirarlo, NO LO VAMOS A ALCANZAR.
Así como el capitán de la nave va ajustando la ruta para sortear tormentas, nosotros también debemos ir haciendo el seguimiento del progreso respecto a nuestra meta, y para eso tenemos cuatro estrategias muy importantes que nos van a permitir hacerlo:
Objetivos a la vista
Hay un dicho en inglés que dice: “Out of sight, out of mind”, que significa que si algo está fuera de nuestra vista, está fuera de nuestra mente. Y con los objetivos pasa muchas veces, ya que los pensamos y luego, con suerte, hasta los escribimos y definimos, pero luego nunca los volvemos a mirar y el tiempo pasa sin que hayamos hecho nada.
Si no los tenemos presentes cada día, no vamos a darles la prioridad necesaria como para asignarles tiempo durante la semana para avanzar. Algunas de las formas en las que los podemos tener siempre a la vista son:
- Una lista en una pizarra o tablero de corcho que veamos siempre, ya sea en casa o en el trabajo.
- Como fondo de pantalla de la computadora.
- En la primera hoja de nuestra agenda, o como un señalador (una hojita plastificada) en ella.
- En alguna aplicación que utilicemos habitualmente en el celular o la computadora (Cozi, Evernote, Trello, etc)
- Con una hoja impresa o dibujada dentro de un portarretratos, en un estante o sobre el escritorio.
En lugar de hacer una lista, una buena opción también es hacer un “vision board” o tablero de visión, usando imágenes y palabras que representen lo que queremos lograr. Por ejemplo, una imagen del lugar a donde quisiéramos ir de vacaciones, o fotos de inspiración si tenemos el plan de refaccionar nuestra casa.
Seguimiento habitual
Aún cuando tengamos los objetivos a la vista, debemos diseñar un proceso (¡y seguirlo!) para monitorear el progreso que estamos haciendo y hacer los cambios que sean necesarios si algo no va bien.
Un proceso fundamental que debemos hacer es la revisión semanal. Esta tarea debería contemplar, entre otras cosas, lo siguiente:
- la verificación del avance que estamos teniendo con cada objetivo
- la decisión de cuánto tiempo le vamos a dedicar al mismo cada semana y cuándo específicamente lo vamos a hacer.
- cuál es la próxima acción necesaria para conseguir el objetivo
- si el disparador que definí para iniciar con el hábito que quiero instaurar me está dando resultado o si requiere una mejora
También es recomendable una revisión mensual (o trimestral) donde evaluaremos principalmente:
- los logros: es decir, si pude alcanzar las metas y registrarlos (tendemos a mirar siempre lo que nos falta hacer sin reconocer todo el camino que ya hemos recorrido)
- las modificaciones que debo aplicar si no estoy logrando avanzar: revisar las razones por las que quiero lograr algo, o qué problemas surgieron que me impidieron progresar como lo había planificado (y cómo atacarlos).
- la eliminación de un objetivo que ya no tengo intención de alcanzar: si la razón por la que lo había elegido ya no existe, o la motivación desapareció, no hay por qué mantenerlo y que nos quite foco de los que aún sí queremos lograr. ¿Tiene sentido seguir investigando sobre un destino al que quería viajar, cuando decidí que no tomaré vacaciones este año porque prefiero aumentar mis ahorros más rápido para poder comprar una casa?
Elijan ahora un día y horario específicos para hacer esa revisión y planificación semanal de objetivos, y también una mensual. ¡Este paso va a tener un impacto enorme en su progreso!
Registro del progreso
Tengo dos formas de registrar el progreso, dependiendo de si un objetivo es un hábito o un proyecto:
Hábito
En este caso es fundamental tener un lugar, en papel o digital, donde ir registrando cada día en el que cumplí con la rutina definida. Si por ejemplo hubiera decidido que todos los días voy a tomar 4 vasos de agua, tengo que poder ir marcándolo para, al momento de la revisión semanal, poder evaluar si lo pude cumplir o no, y qué debo modificar para lograrlo en caso de que no haya podido. Podría usar alguna aplicación de rastreo de hábitos en el celular o algo tan simple como una planilla en Excel, o incluso en un papel.
Además, al ver que voy creando una cadena de logros, me va a generar la motivación para seguir haciéndolo y no cortarla.
Proyecto
Cuando tengo un proyecto, tendré una lista de acciones relacionada a él. Esa lista de acciones puede estar clara desde un inicio o puede ocurrir que la vaya creando a medida que avance el tiempo y que voy obteniendo más claridad sobre el tema. Lo importante en este caso es tener esa lista visible e ir marcando lo que ya está terminado (para reconocer y registrar los logros), y que quede claro lo próximo que se debe hacer.
Cada acción puede tener una fecha asociada, que es lo más recomendable, porque si no lo hago esa tarea puede quedar pendiente indefinidamente. Recordemos que generalmente, cada actividad nos puede llevar tanto tiempo como le asignemos. ¿Nunca les pasó que, si tienen el tiempo disponible, podrían estar todo el día preparando una valija para salir de viaje, pero si se demoraron por alguna razón son capaces de hacerla en media hora?
No olvidar la recompensa
Recuerden que cuando hablamos sobre definir nuestros objetivos, una de las partes más importantes es decidir cuál será mi premio cuando logre alcanzarlos. Esto también tenemos que tenerlo bien visible porque a veces, esta recompensa suele tener más fuerza que las motivaciones que definí. Claro que si éste fuera el caso, es posible que haya definido mal o de forma muy superflua las razones por las que quería lograr mi meta.
Veámoslo en un ejemplo: si mi objetivo fuera bajar 4 kilos en un mes, quizás me sienta más incentivada por la recompensa de ir a darme un masaje que por bajar de peso para estar más saludable (suponiendo que estar más saludable fuera la motivación elegida). Más allá que lo del masaje funcionara para mí en este caso, debería revisar la motivación porque, probablemente, la verdadera razón por la que quiero conseguir esos kilos de menos sea otra.
Finalmente, no olviden que un gran primer paso es definir nuestros objetivos, que es muy importante hacer el seguimiento para lograrlos, pero que lo fundamental es EMPEZAR de una vez por todas!
Pueden crear un “habit tracker”, una planilla para hacer el seguimiento de sus hábitos y tenerla a la vista para no olvidarlos, ¡pero especialmente para festejar cuando los alcancen! ¿Cómo van a esta altura con sus logros?
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