Planificación

Cómo transformar un sueño en un objetivo alcanzable

 

  Siempre me gustó la frase “Si puedes soñarlo, puedes hacerlo”. Tanto me gusta que se las conté a mis hijos y el más chico me dijo que iba a desear algo bien grande y difícil porque, según la frase, iba a tener asegurado que con sólo desearlo se le iba a cumplir. Mmmm… hijo, no funciona así.

Todos tenemos sueños. Algunos son gigantes, tan grandes que pocos dirían que podrán ser alcanzados, y otros son más modestos, más cercanos y con mayor posibilidad de que se concreten. ¿Cuáles son los correctos? ¡TODOS! ¿Y cuáles son los que se van a poder concretar? Ah… eso ya no depende del tamaño del sueño sino de lo que haga el soñador con él. ¿Qué estás haciendo con los tuyos?

 

 

Yo sueño desde que era una nena. Pero a medida que fui creciendo, esas fantasías se fueron convirtiendo en deseos más concretos. Y fueron cambiando con el tiempo, por supuesto. De todas formas NADA VA A PASAR si no realizamos alguna acción. Todos esos sueños van a quedar en nuestra mente y no van a salir de ahí si no nos decidimos a hacer algo con ellos.

Para empezar deberíamos ver si están alineados con nuestra visión de la vida, aquel horizonte que definimos y hacia el que navegamos. Nuestros objetivos nos deben ayudar a acercarnos a esa visión. A continuación hay que elegir y definir claramente el objetivo, y una buena guía es seguir la metodología “SMART”. Esta metodología la aprendí hace muchísimos años trabajando en la implementación de sistemas para Recursos Humanos, y como varios otros temas y metodologías del ámbito laboral, decidí implementarla no sólo en el trabajo sino también en la vida personal.

 

SMART es una sigla pero además significa “inteligente” en inglés, porque sugiere que si usamos esta metodología estaríamos creando objetivos inteligentes o de manera inteligente. El significado de la sigla en el siguiente:

 

 

S (specific)

 

El objetivo que nos pongamos debe ser específico, es decir, que no puede ser una definición muy genérica. Por ejemplo, en lugar de proponerme “hacer actividad física” debería decir “tomar clases de yoga 2 veces por semana”, o en lugar de “aumentar las ventas” sería “alcanzar un monto de facturación de XXX dólares”.

 

 

M (measurable)

 

El objetivo debe ser medible porque necesitaremos ir midiendo su progreso para saber si lo alcanzamos o no. Siguiendo los casos anteriores, sería fácil saber si fui dos veces por semana a yoga o no, como también si alcanzamos la facturación que buscábamos. Si mi objetivo fuera “quiero mejorar mi salud”, sería demasiado genérico para medirlo.

 

 

A (actionable/achievable)

 

Como esta metodología surgió por primera vez a principios de los años 80 para definir objetivos gerenciales pero luego se extendió mucho su uso, otros autores modificaron levemente algunos conceptos y por eso la “A” se la puede encontrar relacionada tanto a que el objetivo sea “alcanzable” como a que debe definirse de manera que permita realizar una acción para lograrlo. Colocar un verbo al inicio nos permite identificar mejor lo que debemos realizar: “Tomar clases de yoga”, “Aumentar las ventas”.

Y cuando se refieren a  “Alcanzable” significa que no debe estar fuera de nuestro alcance la acción que deberemos realizar para lograr el objetivo… ¿cuál sería el sentido de definir una meta que desde el inicio sabemos que no podremos alcanzar? Cuidado que tampoco tiene que ser demasiado fácil, no nos hagamos trampa a nosotros mismos…

 

 

R (realistic/relevant)

 

Con la “R” aparece de nuevo la creatividad. El uso original de la letra era para “relevante”, orientándonos a que no tiene sentido definir un objetivo que sabemos que va a cumplirse de todas formas, o que es muy fácilmente alcanzable (estaríamos gastando más energía pensándolo que lográndolo). Más adelante otras personas usaron la “R” para indicar que el objetivo debe ser realista, y acá volvemos a la idea de que no tiene sentido definir un objetivo que no está en nuestras manos alcanzar. Si yo hoy me propusiera competir en los próximos juegos olímpicos… bueno, es obvio que ya no llego (mi vida deportiva es casi nula). Si tenemos un objetivo muy grande quizás conviene partirlo en metas alcanzables más pequeñas. En definitiva, que no sea demasiado fácil pero tampoco imposible.

 

 

T (time-bound)

 

Con esta última letra no hay dudas. Se la puede encontrar como “Time-based” o “time-bound” o con definiciones similares pero siempre se refiere a que debe estar atada a un tiempo específico para su cumplimiento. Si volvemos a los ejemplos del inicio, debería agregar por cuánto tiempo quiero ir dos veces por semana a clases de yoga, o en cuánto tiempo quiero alcanzar una determinada cifra de facturación: ¿tres meses? ¿seis meses? Si no tengo una fecha final, nunca podré decir, llegado ese día, alcancé mi objetivo o no.

 

Como esta metodología fue muy exitosa, empezaron a aparecer muchas otras variantes, agregándoles más letras al final o cambiando alguna de las originales. Lo que se buscaba era ir agregando más cualidades a esos objetivos para tengan mayor significado y fuerza. Algunos de estos agregados apuntan a que el objetivo sea:

 

  • Emocionante o motivante (que nos dé ganas de cumplirlo)
  • Arriesgado (que nos empuje a dar nuestro mayor esfuerzo para alcanzarlo)
  • Acordado: que haya sido asignado a quien lo deberá cumplir y que esta persona lo haya aceptado (esto ya aplica específicamente al área laboral)

 

Ahora hay que poner manos a la obra y es recomendable definir una cantidad de objetivos que sea acorde al tiempo que vamos a dedicar para cumplirlos, y en lo posible que sean metas relacionadas a distintos ámbitos de nuestra vida (acá podemos encontrar una guía sobre cómo hacerlo).

 

¿Ya tenían objetivos definidos y seguían esta metodología? ¿Cuántos objetivos planificaron para cumplir dentro de los próximos seis meses? ¿Tienen claro si sus objetivos son hábitos o son proyectos?

 


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