2 tipos de objetivos que se pueden definir y cómo hacerlo correctamente

Cuando definimos objetivos, tanto a nivel personal como profesional, nos encontraremos con que pueden pertenecer a una de dos categorías, y que debemos crearlos y tratarlos de forma diferente al momento de planificar cómo lograrlos. A continuación les cuento cuáles son esos dos tipos, sus diferencias, y cómo definirlos.

Supongamos que están en el momento de decidir sus objetivos para el próximo mes o trimestre, y que van a definirlos siguiendo los pasos que les sugiero en este post. Lo primero que notarán es que cada objetivo tendrá ciertas características que lo convertirán en un Proyecto a realizar o en Hábito a cumplir.

Las diferencias entre un hábito y un proyecto

1-Fecha de fin versus Frecuencia

Esta sea quizás la diferencia más evidente: si al momento de pensar en un objetivo, veo que se trata de una acción o lista de acciones que deberé repetir con cierta frecuencia, estaremos hablando de un hábito a instaurar, pero si es una serie de pasos “únicos” a ejecutar y esos pasos deben realizar antes de cierta fecha límite, hablamos de un proyecto.

A veces se presta a confusión el hecho de que al definir un nuevo hábito, tengamos que establecer una fecha en la que evaluaremos cómo nos fue con él. Por ejemplo, si nos proponemos ir al gimnasio 3 veces por semana durante abril, debemos ver si al final de ese mes pudimos conseguirlo o no, pero luego podríamos tomar la decisión de continuar igual porque se formó el hábito, cambiar la frecuencia o quizás directamente dejar de hacerlo.

Para el caso del proyecto, una característica que lo convierte en tal es que debe tener una fecha de fin pero no tiene frecuencia. Si digo que quiero refaccionar la cocina de casa u obtener cierto certificado laboral, tengo que definir la fecha final en la que deberé terminar con todas las actividades que defina para lograrlo.

2-Lista de pasos únicos o repetitivos

A veces puede confundir que un hábito esté formado por una lista de pasos a realizar, pero la diferencia será que esos pasos serán repetitivos, y en el caso del proyecto no lo son. Volviendo al ejemplo del gimnasio, el hecho de hacer las averiguaciones, comprar la ropa necesaria y finalmente inscribirnos sería un pequeño proyecto previo, que al finalizar nos permitiría iniciar con el hábito de ir al gimnasio con cierta frecuencia.

En el caso del “proyecto” de anotarnos, cada paso lo realizaríamos sólo una vez, pero en lo que respecta al hábito, el hecho de vestirnos con la ropa adecuada, guardar la botella de agua y la toalla en el bolso, ir al gimnasio, precalentar, hacer la actividad física, estirar, etc, sería una lista de acciones repetitiva.

Pasando a los proyectos, tendremos que definir la lista completa de tareas a realizar para lograr el objetivo que nos propusimos, indicando claramente el orden en el que deberán ser realizadas, cuáles son los prerrequisitos, el responsable de llevarlas a cabo (en caso de que el proyecto no dependa 100% de nosotros), y plazos para cada una. Es importante definir esa lista con la mayor claridad posible indicando identificando especialmente cuál será nuestra próxima acción.

Tomando el caso de la refacción de la cocina, sería muy factible que nos ocurra lo que nos sucede muchas veces y que nos paraliza: no sabemos por dónde empezar. Entonces tendremos que pensar si probablemente no existe algún paso anterior al que estamos considerando en ese momento. Para este ejemplo un primer paso podría ser contratar a un arquitecto para que guíe las obras, pero antes de eso deberíamos:

Buscar arquitectos que ofrezcan ese servicio
Preguntar a amigos si tienen algún profesional para recomendar
Llamar por teléfono a los que hayamos preseleccionado y pedirles un presupuesto
Evaluar los presupuestos y elegir a quién contrataremos

Sugerencia: como la lista puede empezar a crecer indefinidamente, lo que les propongo es que inicien con una serie de pasos general, y luego a medida que tengan que evaluar las siguientes acciones, vean si las mismas requieren ser abiertas en tareas más detalladas. Si no lo hacen así pueden encontrarse ante el riesgo de caer en la llamada “parálisis por análisis”, que significa que nos quedamos dando vueltas con la planificación y no iniciamos nunca el trabajo verdadero.

Repasemos las similitudes

1-Motivación

Para ambos tipos de objetivos es fundamental definir primero el por qué de lo que quiero cumplir. ¿Qué me va a permitir lograr mi meta? ¿Cómo me voy a sentir cuando lo haga? Eso es lo que debemos pensar al definirlo y volverlo a mirar cada vez que sintamos que nuestra fuerza de voluntad decae o que nos estamos distrayendo con otra cosa.

2-Objetivo SMART

Para cualquiera de los dos casos es recomendable revisar que cumpla con cada una de las condiciones de la metodología SMART. ¿La conocen? Es una sigla que representa cinco características que debería cumplir cada objetivo al momento de definirlo:

S: específico (Specific).

M: medible (Measurable)

A: alcanzable, que pueda realizar las acciones necesarias para lograrlo (Actionable)

R: realista (Realistic)

T: relacionado a un tiempo específico para su cumplimiento (Time-bound)

Si quieren conocer más detalle sobre la metodología SMART o recordar algunos ejemplos, pueden acceder al post de objetivos que les indiqué al principio del artículo.

3-Recompensa

Ya sea que hayamos logrado cumplir con nuestra meta de tipo hábito o proyecto, ¡en ambos casos merecemos nuestro premio! Así que pensemos en una buena recompensa para disfrutarla al finalizar nuestro objetivo.

Ahora que ya tenemos más claridad respecto a estos dos tipos, es hora de volver sobre los objetivos que hayamos creado (lean aquí si necesitan ayuda con la elección de sus metas) y afinar su definición, para que sea también más fácil su seguimiento y logro.

Si aún no tenían objetivos definidos y lo quieren hacer, pueden bajar la guía gratuita (acá abajo) para hacerlo paso a paso, siguiendo las instrucciones que les doy en este post. ¡No dejen de hacerlo para poder celebrar al momento de conseguirlos!